Hace unos días asistí al XII Congreso Internacional de Medicina Anti-aging, de cuya sociedad (SEMAL) formo parte, y tuve la ocasión de escuchar una interesantísima charla sobre “Radiaciones electromagnéticas y el envejecimiento cerebral”.
Se explicaba que los seres vivos no tienen capacidad evolutiva para adaptarse a la desarrollo constante de los dispositivos electrónicos, pues el cerebro trabaja en frecuencias mucho más bajas de las emisiones de los campos electromagnéticos artificiales que genera nuestro entorno tecnológico.
Un campo electromagnético es una señal que viaja en el espacio con componente eléctrico y magnético, que son perpendiculares por lo que es muy difícil apantallarlo para evitar su emisión de radiación. A partir de cierto nivel de emisión se dan respuestas electromagnéticas que se ha descubierto inciden en la salud, pues producen cambios a nivel celular.
El envejecimiento tiene que ver con la reserva funcional, es decir, con la capacidad de regeneración y reparación. Los campos electromagnéticos inciden en la pérdida de la reserva funcional. También se explicaba que los cambios celulares producen alteraciones en la membrana, nucléolo y más importante, su efecto sobre la mitocondria, en la capacidad de producir ATP (Adenosin TriFosfato, es la energía que la célula necesita para cumplir el trabajo celular). Por influencia de los campos magnéticos se genera estrés oxidativo y por ello disminuye la producción de ATP. De hecho comentaba el experto, que muchas enfermedades neurodegenerativas se relacionan con bajo ATP.
Actualmente ya se sabe de la relación de la tasa de exposición con enfermedades, por ejemplo la EHS, nueva enfermedad llamada Electrohipersensibilidad, que padecen personas que responden de forma aguda tan solo con la exposición electromagnética. Otro ejemplo, se da la pérdida de memoria en la actividad diaria en relación con la exposición.
Nuestros sistemas biológicos no tienen capacidad para soportar este bombardeo electromagnético constante, cada vez hay más sensibilidad a estos campos, un 56% de la población parece que es hipersensible y un 11% muy sensible. Se le empieza a llamar “El síndrome del microondas” (the microwave sindrom), que manifiesta síntomas muy parecidos a las personas mayores, es decir, síntomas clínicos de envejecimiento.
A la luz de estas noticias no podemos evitar pensar ¿qué podemos hacer?, si estamos abocados ahora y suponemos mucho más en el futuro, a una exposición constante a estas emisiones. Nuestro sistema inmune está respondiendo de forma anormal y por tanto debemos modificar nuestros hábitos.
La recomendación más contundente por parte de los expertos es el alejamiento del cuerpo humano de la exposición de esos campos magnéticos, objetivo difícil. Está claro que nuestro estilo de vida actual lleva implícito vivir rodeados de ellos (teléfonos móvil, ordenadores,…), lo que sí podemos hacer es incorporar ciertas rutinas de desintoxicación tecnológica: no dormir con dispositivos cerca, al llegar a casa tras el trabajo usarlos lo menos posible, un día a la semana estar totalmente desconectados, etc…
En definitiva aportar nuestro granito de arena a esta megainvasión que no parece tendrá fin, pero que sí podremos paliar algo a través de un nuevo repertorio conductual.