Comentaba en el post anterior acerca de lo importante que es mantener esta consideración permanentemente “in mente”, especie de mantra, para cuidarse, sentirse en forma y con mayor bienestar.
Seguro que tras las vacaciones muchos regresamos cargaditos de buenos propósitos, siendo el más común y compartido “voy a dedicar tiempo a mi”, “haré ejercicio”, “voy a apuntarme a ..”, etc.
Se suele empezar con la idea de ejercitarse cada día una horita, y a medida que van pasando las semanas con jornadas cada vez más rebosantes de responsabilidad, se va espaciando el deseo, la dedicación, y con el tiempo, en un par de meses se ha abandonado la actividad.
¿Qué hacer?
Lo más importante es reconocer que será complicado dedicar ese tiempo diario a mantenerse en forma, pero sí será posible destinar unos minutos al día para mantener el ritmo de la actividad.
Por ejemplo, planificar la semana con:
– 2 sesiones de entrenamiento 1 hora (aeróbico, anaeróbico, yoga, deporte de grupo,…)
– 3 ó 4 sesiones de 15, 20 ó 30 minutos, suficientes para caminar, correr, hacer musculación. Eso sí, siempre con un buen estiramiento posterior.
Así, la práctica del ejercicio deja de ser imposible, y poco a poco se convierte en una rutina.
Desde un punto de vista psiconeurológico, son necesarios entre 21 y 90 días para instaurar y automatizar nuevas conductas y en consecuencia, convertirlas en hábitos. A partir de ahí sencillamente apetece y se hace.
De este modo, con menos esfuerzo se conseguirá más resultado. Mejor varias sesiones de menor dedicación que ninguna dentro de un tiempo. ¡Ánimo!